Primer Domingo De Adviento, Iglesia de San Mateo & San Timoteo, Nueva York
Jeremías 33,14-16 * Salmo 24 * 1 Tesalonicenses 3,12–4,2 * San Lucas 21,25-28.34-36
¡Ya llegó! ¡Ya llegó! Finalmente ya está aquí. La estación que esperamos, el tiempo de anhelo. Aquí estamos en el primer domingo de Adviento, el comienzo de un año nuevo en la iglesia. Quizás piensan que el evangelio que leemos hoy debería haber dicho algo como: ¡Estén listos—un niño viene quien va a cambiar el mundo! En vez de eso, tenemos a Jesús hablando, como hombre, sobre el fin de tiempo. ¿Por qué empezamos con el fin? Es como leer la última página de un libro antes de mirar al capítulo uno.
Este es el punto de Adviento: Estamos preparando el camino del Señor. Cantamos, “Oh ven, oh ven, Emanuel” Miramos a nuestros calendarios de Adviento en expectativa del Cristo que viene (yo prefiero los calendarios con los chocolates para comer cada día). Pero la manera mejor de prepararse para Cristo, ya sea la primera venida o la segunda, es estar presente. Jesús nos dice en el evangelio de San Lucas: hay que vivir en el presente. Y esas palabras son tan verdaderas cuando nos preparamos para la Navidad como cuando nos preparamos para el fin del tiempo también.
¿Qué, exactamente es esta idea del fin de los tiempos? Cuando Jesús dice, “La gente se desmayará de miedo al pensar en lo que va a sucederle al mundo,” Jesús habla de un tipo específico del mundo. No es el mundo en general—la palabra en el Griego es kosmos. Pero la palabra en Griego que se usa aquí es ouikoumene, que se refiere específicamente al mundo económico y político. Es casi como si Jesús estuviese aquí in este momento exacto, hablando a nosotros. Jesús no está gritando, “!Es el fin del mundo!” Pero dice, “Es el fin del mundo como lo conocemos.”
En los tiempos de Jesús, Roma era el opresor del que todos querían ser libre. Nuestra lección de Jeremías también indica los varios opresores de esa época en Jerusalén. Y a nosotros, ¿Qué nos oprime? ¿de que deseamos ser libre? Quizás dificultades económicas y disturbios políticos como en el día de Jesús y Jeremías? Claro. ¿Qué más deseamos y esperamos? ¿Igualdad y justicia social? ¿Curación en nuestro mundo, nuestra iglesia y nuestros cuerpos? ¿Restablecimiento de las relaciones y el amor? ¿Quizás deseamos algo tan simple como una hora adicional de dormir, o bien tiempo para ponerse al día en el trabajo?
La cosa interesante del anhelo es que nunca nos deja. Aún si obtenemos lo que deseamos, otra idea o persona o cosa captura nuestro anhelo otra vez. Hace dos años, estaba predicando durante Adviento en mi iglesia, y mencioné como yo añoraba que mi novio pidiera mi mano en matrimonio. Pues, él lo hizo. Y yo fui desde ese deseo de ser comprometida al anhelo de estar casada. Y ahora, como somos casados, deseo tener hijos. Siempre hay algo, ¿verdad?
No es fácil estar presente cuando hay tanto que anhelar. Jesús lo entiende.
Adviento es el tiempo de anhelo. Verdad. Y empezamos este tiempo hoy con las palabras de Jesús: “Tengan cuidado y no dejen que sus corazones se hagan insensibles por los vicios, las borracheras y las preocupaciones de esta vida…Estén ustedes preparados.” Prepárense por la mañana prestando atención hoy. No dejen que su anhelo por el regreso de Cristo interrumpa su mirada en la presencia de Cristo en este momento, ahora.
Jesús nos dice que la venida del Señor será obvia. Que nadie necesita mostrárnosla, pero que la reconoceremos por nosotros mismos, casi como los brotes en los árboles que significan que el verano viene, y las hojas que caen de los árboles que significan que el invierno viene.
Pues, ¿lo ves? ¿Ves los signos de Cristo que están presente en tu vida? ¿Ves el reino de Dios en tu mundo? O quizás nuestro anhelo por lo que viene nos impide ver lo que ya ha llegado.
Eso es lo que Adviento significa. Estamos preparándonos para el fin del tiempo a la misma vez que nos preparamos para el nacimiento de Cristo porque vivimos en el espacio entre las dos llegadas—vivimos en la tensión que abarca lo que ha sido y lo que está por venir. Vivimos en el presente. Y Jesús nos recuerda y nos enseña y nos invita a vivir en el presente para que no faltemos a lo que esperamos.
¿Quieres estar listo? Pues, “amínense y levanten la cabeza,” dice Jesús, “porque muy pronto serán libertados.” No se siente allí en sueño, anímense y levanten la cabeza.
Has visto algunos de los cruzados en nuestra ciudad, usualmente en las calles más anchas con los paseos de bicicletas, algunas tienen la palabra “LOOK” “MIRA” pintado entre las rayas blancas. Yo imagino que esas palabras existan para captar la atención de la gente que camina mirando a sus pies, ignorantes de con qué ellos podrían toparse o lo que podría toparse con ellos. Pero para mí, la palabra “MIRA” pintado en la calle tiene el efecto opuesto. Uno de esos cruzados está en frente del Hospital Bellevue donde yo trabajé este verano. Más de una vez yo fui casi golpeada por un coche que da vuelta o por una ciclista porque la palabra “MIRA” captó mi atención, hasta que me olvidé mirar.
Jesús dice, “amínense y levanten la cabeza.” Él dice, “pueden ver por si mismo.” Él dice, “Estén preparados en cada momento.”
Jesús dice, “cuando vean que suceden estas cosas, sepan que el reino de Dios ya está cerca.” El reino de Dios ya está cerca! El reino de Dios estuvo presente cuando Dios se encarnó en el hombre de Jesús hace más de dos mil años pasado. Y el reino de Dios reinará cuando el mundo como lo conocemos termina. Pero el reino de Dios no solo existe en el pasado o en el futuro—¡el reino de Dios ya está cerca! ¡Está aquí en el presente, con nosotros, atrapado entre lo que ha sido y lo que está por venir.
Sabemos el comienzo de la historia—conocemos el fin. Nosotros vivimos en la tensión entre los dos, vivimos en el presente, vivimos en esperanza, vivimos en anhelo. Amínense! Levanten la cabeza! El reino de Dios ya está cerca.
[…] [Spanish Translation] […]