Escuchando El Espíritu

5 Mayo, 2013—Pascua 2C—Iglesia de San Mateo & San Timoteo, Nueva York

Hechos 11:1-18; Salmos 148; Apocolipsis 21:1-6; San Juan 13:31-35

La semana pasada, Madre Carla nos dio una tarea.  ¿Se acuerdan? Ella nos animó a pensar del amor cuando hacemos decisiones—a preguntarnos cuál es la respuesta de amor, y a actuar de ese amor.

Pues, ¿Cómo les fue?

¿Amaron a sus vecinos?  ¿Se Amaron a si mismos?  ¿Se preguntaron, cuál es la manera más amorosa en que puedo hacer en esta situación?

Leí en un libro esta semana que, “Cuando Jesús nos llama a amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos, nos dice que realmente no podemos amar a ninguno sin amar a ambos.”  Si no me amo, será difícil amar a otro/a.  Y si yo no soy amoroso hacia usted, será difícil a amarme a mí mismo.*

La semana pasada el Evangelio de Juan nos recordó cómo la gente sabría que somos discípulos de Cristo, “que se amen los unos a los otros.”

Esta semana Jesús nos dice que él enviará el Defensor, el Espíritu Santo—antes Jesús describe al Consolador como “el espíritu de la verdad…está con ustedes y permanecerá siempre con ustedes.”  Aquí Jesús nos dice que el Defensor es una gracia de Dios, enviado en nombre de Cristo.  Nos dice que este Espíritu nos enseñará todo y nos recordará todo lo que él nos ha dicho.

Y esto es lo que quiero explorar con ustedes hoy, ¿cómo conocemos y cómo escuchamos al Espíritu Santo?  Porque creo que conociendo al Espíritu Santo realmente informa nuestra capacidad de amarnos unos al otros.

Holy Spirit Coming, by He Qi.

Para comenzar, ¿cuáles son algunos nombres que tenemos para el Espíritu Santo?  El texto de hoy llama al Espíritu un Defensor.

Maestro

Ayudante

Consolador

Pneuma/Ruach—viento o aliento en griego/hebreo

Intercesor—que ora en nuestro nombre

Estos nombres nos ayudan a conocer lo que hace el Espíritu.  Y saber lo que el Espíritu hace nos ayuda a reconocer al Espíritu en nuestras vidas.

Hay un libro llamado “El ayudante” sobre el Espíritu Santo que leía cada año para la Cuaresma.**  El libro es más viejo que yo, y usa unas palabras que ya no estamos acostumbrados a usar.  Pero lo leía cada año porque me enseña a practicar escuchar al Espíritu.

Empezamos con lo que acabamos de hacer—decir quien es el Espíritu Santo para que sepamos a quien escuchamos.

Entonces hablamos de donde encontramos el Espíritu Santo.  Jesús dice, el Espíritu Santo está dentro de usted.  Para mí, siento el Espíritu Santo en mis huesos. Para otros, puede ser su corazón o su cabeza.  Sin embargo, encontrar el Espíritu Santo requiere un conocimiento de sí mismo que viene de una inteligencia interior.

Cuando sabemos a quien escuchamos, y como escuchar, podemos practicar el escuchar.

Generalmente necesitamos empezar poco a poco.  Preste atención a los pequeños impulsos, avances, pausas y provocaciones.  Tal vez siento que debo llamar a un amigo, que debo mandar un texto a mi esposa para recordarle como le amo, que debo quedarme en casa para descansar y luego de asistir a un evento.

Tenemos estos presentimientos pequeños y nos preguntamos si deberíamos prestar atención a ellos, no?  Esto es cuando comienza el estar escuchando al Espíritu Santo.

No siempre entiendo un presentimiento, y no siempre sé si seguir este instinto realmente hiciera una diferencia en mi día o en el día de alguien más.  Pero nos inculca el hábito de escuchar, confianza y actuar.

Según se pone en práctica, es posible que a veces me pregunte ¿cómo sé yo si estoy escuchando al Espíritu Santo, y no algún otro impulso o influencia?

Recuerden que Jesús dijo que el Espíritu Santo nos recuerda todo Jesús nos ha enseñado.  Así que, como Jesús, el Espíritu Santo nos anima a actuar de tal manera que nos amemos los unos a los otros.  A veces escuchando por el amor nos ayuda a eliminar cualquier otras distracciones.

Cuando nos acostumbramos a escuchar al Espíritu Santo en las cosas pequeñas, podemos confiar en la misma voz cuando encontramos decisiones más grandes.  Quizás es tiempo de moverse, tomar un riesgo en el trabajo, quitar una relación malsana, empezar una familia, elegir una universidad después de colegio, o asumir una nueva responsabilidad.  Si hemos practicado escuchar al Espíritu Santo, ya sabemos la voz tranquila en situaciones grandes y pequeñas.

Esta capacidad de conocer y confiar en el Espíritu Santo es la razón que Jesús pueda decir, “Al irme les dejo la paz.  Les doy mi paz, pero no se la doy como la dan los que son del mundo.  No se angustien ni tengan miedo.”

Jesús dice esto ya que está a punto de irse de este mundo.  Él sabe que los discípulos pronto se enfrentaran con temor y dudas.  Pero porque el Espíritu Santo permanece, el mismo Espíritu de Dios que Jesús ha encarnado en la tierra para nosotros, nunca estamos solos y no tenemos nada que temer.

Mientras más conocemos el Espíritu Santo, cuanto más conocemos la paz de Cristo.

Creo que esta paz es doble.  Creo que hay una paz que experimentamos al actuar con la seguridad del Espíritu Santo.  Creo que es una paz que sobrepasa nuestra comprensión porque a veces el Espíritu nos llama a hacer cosas fuera de lógica.

Pero también hay la paz que se crea cuando hacemos lo más amoroso como Madre Carla nos desafió que consideremos la semana pasada.

La paz que Jesús nos deja es una paz que experimentamos y que creamos cuando escuchamos al Espíritu y nos amamos unos a otros.

Pasé mucho tiempo hoy hablando de cómo escuchar por el Espíritu porque creo que es algo que tenemos que entrenar nuestros oídos a hacer.  Tanto como podríamos creer que el amor debería venir fácilmente, el amor es algo que Jesús nos enseña una y otra vez, sermón después de sermón, parábola después de parábola, y por último con su muerte y resurrección.  Y Jesús nos dice, “el Espíritu Santo les enseñará todas las cosas y les recordará todo lo que les he dicho.”  Así que, si debemos amar el uno al otro, tenemos que practicar escuchando al Espíritu.

En dos semanas celebraremos Pentecostés.  Pentecostés es cuando recordamos la venida del Espíritu Santo que autorizó a los discípulos a predicar vigorosamente y en lenguas que nunca habían hablado antes.  Pentecostés es el domingo del Espíritu Santo.

Pero si queremos que nuestros corazones sean encendidos con el poder del Espíritu Santo, tenemos que estar abiertos y listos para escuchar.

Practiquen conmigo.  Empiecen con lo pequeño y prepárese para algo grande.  Nunca se sabe a que valentía el Espíritu le podría llamar, pero puede confiar en que será una llamada de amor y paz.

Amen.

*L. William Countryman, Living on the Border of the Holy: Renewing the Priesthood of All, page 176.

**Catherine Marshall, The Helper.

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